Datos concretos y
frecuentes los tenemos de su presencia ya en esta villa en el siglo
XVII, y con una abrumadora cantidad, en el siglo XVIII, cuando en las
partidas y otros documentos parroquiales, aparecen haitando en Zafra
numerosos individuos y familias procedentes de aquellas tierras, en
especial de los lugares de Torrecilla de Cameros, Lumbreras, etc...
que comienzan a constituir una unida comunidad de poderosos
comerciantes y curtidores.
Familias
enteras con desdencia genealógica de de escudados linajes se
habían establecido en Zafra, con sus bienes y su dedicación
profesional, de tal manera que buena parte de los muchos mercaderes
que montaron sus negocios en torno a los soportales de las plazas
Grande y Chica, tenían esta procedencia. Los mercaderes
cameranos unidos entre sí y para evocar a su tierra, habían
adquirido una bella imagen de la Virgen, a semejanza de la llamada
Valvanera, que se venera en el territorio de Lumbreras, de donde eran
originarios. Los más destacados de esta colonia eran dos
caballeros llamados Domingo Martínez de Tejada y Mateo Martín
del Valle, y son dos de los que solicitan al Obispado de Badajoz en
el año 1729 la instalación de la capilla en la
Colegiata de la Candelaria para su celestial Patrona. Y eran ricos de
verdad, porque cuando se trata de levantar el retablo para dicha
imagen, afirman sin paliativos que van a hacer “que
van ha hacer un retablo costoso, por la mucha devoción y
posibilidades que para ello tienen”.
Numerosas familias
riojanas, en un número de unas cuarenta, vinieron a
establecerse en Zafra, y con sus actividades mercantiles,
configuraron de algún modo y dieron carácter mercantil
a la población zafrense, ya constituida con elementos
autóctonos moriscos y judíos, y con ellos ayudaron a
perfilar y a dar personalidad propia a esta hetereogénea
comunidad humana de Zafra.
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